13 junio 2008

UN ADIÓS INESPERADO

UN ADIÓS INESPERADO


¡Ay no no no! Que ya me calló la maldición de la calentura primaveral y estoy como si me hubieran cortado un brazo, como si se me hubiera muerto alguien ¡qué horror! Y es que después de que ni sus luces del enamorado ese de la La Sofiringa, siguieron 25 correos que recibió la calenturienta esta ¡zácale! Qué les digo, qué Sabines ni qué Sabines, unos poemas que le escribía el enamorado que ya me derretía yo junto con la Sofiringa ¡qué cosa! Total, así nos pasamos 2 semanas babeando el escritorio cada vez que llegaba un correo para la Sofiringa, hasta el último que ganas me dieron de quemar la computadora les juro.


“Mi querida Sofiringa, este correo será el definitivo para nosotros pues ha llegado el momento que tanto hemos ansiado; el momento en que dos almas se encuentren para fundirse en una sola y vivir siempre juntos por toda la eternidad”


Y el muy chistocito le indicaba hora y fecha para un dichoso encuentro. ¡Ay hubieran visto! Ni Lady Pubertiana cuando quiere ir a una fiesta molesta tanto, estaba como burro en primavera ¡qué cosa!

-¡Qué fundirse en uno solo ni qué ocho cuartos! – Le dije, pero ya cuando la ví a punto de fundirse con el mouse de la computadora le dije que estaba bien, que la llevaba.


Y llegó el día. La Sofiringa que ya ven que desde que nos fuimos a la playa y le descubrí el cuerpazo de 90-60-90 que se carga la condenada y antes de que se lo descubriera el susodicho le compré un montón de uniformes como tres tallas más grandes porque me preocupa que la pobre gaste su ropa ¡pos esta! Ni quien le hubiera notado jamás una curva a la desgraciada, pero ahora para la cita se puso un vestido ceñido y pa colmo con un escote que dios guarde la hora.

En seguida le metí un pellizco al susodicho cuando le ví que se le salían las pupilas de las cuencas de los ojos.

-¿Cómo me veo? –preguntó mientras modelaba su vestido.

-Bien, bien, ya vamonos – le dije y la tomé del brazo antes de que se diera la vuelta para modelar la parte de atrás.

-Señora, que Dios la bendiga – me dijo y me abrazó como solo se abraza a una hermana. Ya iba el susodicho a abrazarla también cuando le metí otro pellizco.

-Ohhh, era su bendición – me dice el muy chistocito.

Llevaba una maletita pequeña y entendí cuando le ví los ojos de canica que traía que ya no iba a volver la ingrata. Pero me armé de valor y llena de fortaleza la fuimos a llevar.

Lo que resta del día transcurrió normal, ya hasta por inercia le gritaba, “Sofiringaaaaaaaa bájame mi bolsa por favor”, hasta que recordaba que ya no estaba. Ya cuando subí y me topé con el burro de planchar ahí sí que ya no pude aguantar y le lloré a la muy ingrata, como se le llora a una abuelita que se murió. Así han pasado 3 días, tres largos días de soledad y de vacío y de platos que lavar, y de ropa que planchar, y de alfombras que aspirar, y de calzones que lavar y de muebles que sacudir y de pisos que barrer y de mugre que trapear y de camas que tender y de ropa que acomodar y de juguetes que alzar y de comida que cocinar y de baños que limpiar, y de calcetines que guardar, y de refrigeradores que limpiar y de... ¡Ay no….es una tristeza la mía que no vieran!




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