20 mayo 2007

UN DÍA DE CAMPO

UN DÍA DE CAMPO


Ayer que nos fuimos de picnic al Parque de los Ciervos ¡ay hubieran visto eso! Me sentía como la señora Ingalls cargando la canasta y poniéndo en el pasto seco un mantel para sentarnos encima. Se ve que los niños son de asfalto, que cuando ven un pedacito verde se sueltan como cachorritos a correr de acá para allá y hasta regresan con la lengua de fuera muertos de sed. El susodicho quería respirar aire puro, y hasta se me hizo raro que nos propusiera salir con todo y que había futbol, hasta que me enteré que el partido “de vuelta” era más tarde, porque han de saber que estos del fútbol se avientan un partido de ida y otro de vuelta que ya hasta amenacé al susodicho que en esta casa los frijoleiros también van a ser de ida y de vuelta ¡faltaba más!

Ya estábamos de lo más relajados tirados viendo el cielo azul, como en las películas que pasan donde se ve que no les pica el pasto. El susodicho y yo respirábamos paz, eso creíamos hasta que ví que el susodicho se enderezaba y se quedaba apuntando para un lado, como los perros esos de cacería que señalan con la pata estirada dónde cayó la presa.

-¿Qué viste amor, un venado? – le pregunté de lo más relajada.

-Si, pero uno de dos patas - dijo el susodicho.

Era el greñudo ese amigo de Lady Pubertiana que se vino como gato siguiendo la longaniza. Ya iba a pararse el susodicho a amarrarle una correa a un árbol al greñudo ese para mantenerlo un metro a distancia de la Lady Pubertiana cuando le dí un pellizco y antes que dijera otra cosa le recordé cuando tenía la misma edad y andaba igual de greñudo, con las patillas de Elvis y el pantalón acampanado y andaba como perro en celo atrás de cuanta minifalda se le atravesaba y entonces fue que se calmó un poco, aunque no dejaba de apuntarles la mirada.

Ya después de un rato se fue acostumbrando y no dijo nada cuando le invité al greñudo un sándwich de jamón y hasta le hice un espacio para que se sentara encima del mantel y es que el susodicho con la hija es como el caballo ese de la película de Spirit, que era indomable hasta la pared de enfrente hasta que le encuentran el modo, más cuando el greñudo ese nada tonto le empezó a preguntar de las palomas, que sí cómo sabían para dónde volar para regresar al palomar, y hasta usó la táctica más astuta que yo haya visto jamás cuando le dijo que le daban ganas de tener un palomar ¡háganme favor! Para esas alturas el susodicho ya casi le convidaba de su sándwich, que ya es decir y Lady Pubertiana tenía una cara que lejos de ser de felicidad más bien se le notaba un poco de enojo.

-¿Qué te pasa mija? – le pregunté.

-Míralo mamá, - me dijo señalando al greñudo y a su papá, -conmigo no habla así tan ameno.

-¿Quién, tu papá?

-Noooo, mi amigo!- decía Lady Pubertiana suspirando para adentro.

-Viéndolo bien, conmigo tampoco habla así.

-¿Mi amigo? – preguntaba Lady Pubertiana.

-No, tú papá- y nos abrazamos solidarias, como solo se abrazan dos de su género que identifican su pena.

-¿Una dona? – y le abrí una bolsita de donas bimbo, le dí una a ella y otra para mí mientras me servía café del termo. Y ahí nos quedamos escuchando la felicidad ajena mientras remojábamos nuestra soledad en el café.

Hay que ver cómo corregirle al refrán ese para que quede de: “Se gana una hija pero se pierde un marido y un yerno”

¡Hombres estos!