15 febrero 2006

LOS SECRETOS DE UNA BÁSCULA

LOS SECRETOS DE UNA BÁSCULA



El lunes me tocó cita con Gaby, mi nutrióloga. Además de ser muy buena en lo suyo predica con el ejemplo porque la mujer acaba de tener un bebé y ya está como varita de nardo la condenada y yo que parí hace 7 años todavía no quepo en mis pantalones negros ¡qué horror! Pero tengo mis esperanzas porque si pudo bajarle 30 kilos a mi cuñado que no se comía al perro nada más porque los pelos le causan agruras, todo es posible. Ahora mi cuñado está de lo más flaco que no vieran y a mi me da una envidia de aquellas.

Tengo mi cita cada quince días y como a ella ya le tocó la época de la cibermedicina me manda un menú por e-mail, pero yo me tengo que poner muy lista para poder imprimirlo cuando Lady Pubertiana se levanta de la computadora a hacer pis y es que la escuincla esta que en la casa ni por equivocación levanta un calzón, ahora se la vive plantada en un jueguito que dice que se llama Sims levantando paredes y acomodando recámaras ¡háganme favor!

Las veces que mi voluntad anda por los suelos y no voy a mi cita, Gaby me restriega la conciencia mandándome avisos sin saludos ni posdatas, casi casi después del arroba escribe: “Tercera llamadaaaa, t-e-r-c-e-r-a” y cuando leo el punto final me empiezo a retorcer como lombriz con sal y mejor llamo por teléfono para confirmar mi cita.

Y es que ya le dije al susodicho que a este sube y sube que nos traemos en la báscula le tenemos que poner fin porque parece que estamos en carrera de relevos, yo subo un kilo y él detrás de mi va por el suyo porque el muy envidioso jamás se ha querido quedar atrás en nada, entonces TODOS en esta casa por default se tienen que comer lo que Gaby nos mande y mi querido hooligan se pone de lo más contento. Pobre escuincle que parece lombriz solitaria enredada en el intestino de lo flaco que está y aún así él es feliz de que lo atasque de verduras.

Pero hoy en la casa estamos de luto, la báscula está muerta. No marca ni una rayita más ni una menos. El susodicho ya estaba festejando porque ya se sentía livianito y le acabo de cortar toda su felicidad diciéndole que no se haga ilusiones que lo que pasa es que la báscula está descompuesta y lo peor del caso es que ahora me doy cuenta que visitábamos más a la báscula que lo que visitamos a la familia y nos quedamos como drogadicto sin cocaína ¡qué horror! No podemos saber si con los que nos cenamos ayer con el pretexto del día del amor subimos un alterón de kilos peor que el de la ropa que hay para planchar o se resuelve con una idita al w.c.

Ya iba a tirar la báscula a la basura y nos entró una nostalgia que Dios guarde la hora, y es que ésta máquina nos ha visto sudar de miedo apenas plantábamos un pie encima y nos vió brincar de alegría cuando veíamos rayitas abajo, era más que una confidente. Así que sin decirnos nada decidimos dejarla ahí, afuera del vestidor. De repente veo al susodicho subirse con la esperanza de que ahora sí marque algo, casi casi lo escucho decir “Tú puedes chiquita” y de pronto se baja mirando al suelo y se va. No le digan a nadie pero yo de repente hago lo mismo ¡pobres locos de nosotros!

Ahora no nos queda más que esperarnos otros quince días a volver a pesarme en la báscula ultramoderna de la nutrióloga y que el susodicho se tope con una de esas que les echas monedas y de paso hasta te dicen cuanto mides porque a como veo no creo que ninguno de los dos se atreva a comprar una báscula nueva de esas digitales para que tengamos que terminar tirando nuestro confesionario descompuesto.


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