10 enero 2006

LOS ANTEOJOS DEL POLO SUR

LA VISTA DEL POLO SUR

El susodicho jamás se enferma de nada, la únicas veces que toma un kleenex es porque se lo pasa a un paciente para que se limpie la boca después de escupir, se lo debo agradecer a mi suegro que a sus 85 está como un jovencito suspirándole a la hija de la vecina. Era lo menos que se podía esperar para un hombre hecho de roble: heredarle a los hijos esos genes. (más le vale que hayan sido solo “genes” y no los “gustos por las hijas de las vecinas” ¡pos estos!)

Todavía no sé si alegrarme porque el susodicho con todo y que es once años mayor que yo, pinta para la vida eterna el desgraciado. Así que los achaques me los deja todos a mí y justo así es que tuve que ir a ver al ginecólogo porque andaba yo con un dolorcito extraño allá en el Polo Sur que es justo el lugar donde se nos concentra toda la historia a las mujeres.

Para no hacerles el cuento largo, después que el doctor me revisó hasta el penthouse me mandó un tratamiento de dos semanas con un alterón de medicinas más alto que el alterón de ropa que hay para planchar. Después de terminadas todas las recomendaciones del doctor, el susodicho me pidió mis lentes, quesque porque quería leer una artículo de palomas mensajeras y me dí cuenta que no he usado los lentes para nada, sorpresivamente de pasadita se me compuso la vista.

¡Válgame el cielo! Ahora resulta que el cuerpo del ser humano es como el periférico, si se te descompone algo en el viaducto se hace un caos el circuito interior. De haber sabido que componiéndome el Polo Sur se me compone el Polo Norte desde hace siglos en lugar de haber visto a un oftalmólogo, hubiera visto primero a un “o-culista”.



.

1 comentario:

J.S. Zolliker dijo...

Jajajajjajaa!
Dios bendiga a la ciencia!
jajajajajaj!
No hay como empezar el día leyendote. Gracias por las carcajadas que generas!