17 agosto 2005

SÍNDORME DE MAMÁ GALLINA

CUANDO LOS POLLOS EMPLUMAN


Ayer nos quedamos mi querido hooligan y yo solitos en la casa. Nos la pasamos acurrucaditos los dos como si fuera la mamá gallina con su pollito en su nido, viendo sus mentados programas donde unas leonas se devoraban las tripas de un pobre venadito que no pudo seguirle el paso a la manada. ¡Ahhhhh tan tierno este niño con sus cadenas alimenticias!

De pronto sonó el teléfono y el hooligan corrió a contestar. Yo nada más lo escuché decir “Si, ahí voy” y para pronto se puso los tenis y dijo que se iba a jugar con el vecino que lo había invitado.

-Mijito, come antes- le decía porque no quería que al pobre le fueran a rugir las tripas por allá y creyeran que su madre lo tiene a huelga de hambre.

-No tengo hambre- me decía, pero yo le sacaba el jamón, pan, tantita sopita de ayer y a todo me hacía cara de guacala.

De pronto el hooligan me abraza muy tierno. Y le veo en su carita sus ojos de canica brillando peor que el Gato con Botas del Shrek el muy odioso escuincle.

-¿Ya se fue la Sofiringa?- Me pregunta y de repente pienso que quiere algo que le planche de última hora, pero no. El hooligan quería saber si la Sofiringa todavía andaba rondando por ahí para que no me quedara sola en la casa. ¿Se dan cuenta? Yo que pensaba que a los hijos nada más les preocupaba los Power Rangers, los patines, o ver a quién le toca ser Luke Skywalker antes que pensar si su madre se va a quedar sola en la casa.

Me tragué las lágrimas. El escuincle este sabe tocarme las fibras del corazón.

Salí a acompañarlo, ya iba el mugroso escuincle a media calle cuando de repente se regresa y me da un beso. ¡Ayyy Dios! Me dio un beso y lo miraba irse, poquito a poco se iba haciendo chiquito en el horizonte, de repente volteó y me dijo adiós con la mano.

Me quedé de cursi, llorando disimulada recargada en el buzón, viendo como mi pollito empluma y se va.

Sé que mi pollito algún día se mudará a otra granja, le dará por cantar en las mañanas y no estaré yo ahí parada acurrucada junto a él para ver sus programas de venados destripados, ¡Dios de mi vida, qué nudo en la garganta me traía! ¡Si mi pollito este me ha costado un huevo caray! Le enseñé sus primeras palabras, me aventé los discursos quejumbrosos de sus maestras, me desvelé cuando tuvo las narices llenas de mocos, le leí su primer libro de insectos y todo para que se vaya un día con la primera gallina de doble pechuga que se le atraviese.

Respiré profundamente hasta que se me pasó el síndrome de nido vacío y me fui a ver los videos de música estruendosa con Lady Pubertiana. Ahí estábamos las dos bien contentas hasta que sonó otra vez el teléfono y la escuché decir “Si, ahí voy”. (Era un gallo en patineta)

¡Virgen Santa! Yo ya no sé si es la inercia de estar arreando escuincles la que le hace estragos a mi hormona o es esta nostalgia por querer retenerles las plumas a estos dos mocosos.


¡Quién pudiera guardarlos en su cascarón por siempre!


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